Umbrales térmicos en ciclismo
Comprender los umbrales térmicos en ciclismo es esencial para cualquier ciclista que desee optimizar su rendimiento y entrenar de manera inteligente. Más allá del esfuerzo físico y la potencia generada, la temperatura ambiente y corporal son factores que modifican de forma directa la eficiencia, la fatiga y la capacidad de sostener un ritmo determinado. La fisiología humana no rinde igual a 10 °C que a 30 °C, y saber cómo utilizar este conocimiento permite planificar mejor los entrenamientos, prevenir el sobrecalentamiento y aprovechar al máximo las condiciones exteriores.
Los umbrales térmicos en ciclismo definen esas “líneas invisibles” en las que el calor o el frío dejan de ser simples sensaciones y comienzan a alterar los procesos fisiológicos del deportista. A partir de estos puntos de inflexión, la frecuencia cardíaca, la ventilación, la sudoración y la eficiencia muscular se ven modificadas, y entrenar sin tenerlos en cuenta puede conducir a un estancamiento o incluso al deterioro del rendimiento.

Qué son los umbrales térmicos en ciclismo
Al igual que existen umbrales fisiológicos, como el umbral aeróbico (VT1) o el anaeróbico (VT2), que determinan los cambios metabólicos durante el esfuerzo, también existen umbrales ambientales que delimitan cómo la temperatura externa impacta la regulación interna del cuerpo.
Estos umbrales térmicos marcan el punto en el cual el cuerpo debe destinar parte de su energía no al avance o la potencia, sino a mantener su temperatura interna estable. La consecuencia es clara: a igual intensidad, la percepción de esfuerzo cambia, la capacidad de resistencia disminuye y el riesgo de sobrecarga térmica o enfriamiento aumenta.
En la práctica, se reconocen tres rangos principales:
- Umbral de frío: Por debajo de los 10 °C.
- Primer umbral de calor: Entre 22 y 24 °C, especialmente con humedad moderada.
- Segundo umbral de calor: Por encima de 28–30 °C.
Cada rango desencadena respuestas fisiológicas específicas que requieren estrategias concretas de entrenamiento y recuperación.
El umbral de frío: menos de 10 °C
Cuando el mercurio cae por debajo de los 10 °C, el cuerpo prioriza mantener su temperatura central mediante vasoconstricción periférica. Esto significa que se reduce el flujo sanguíneo a manos, pies y piel para conservar el calor en los órganos principales. El resultado es una musculatura menos eficiente y una mayor dificultad para realizar esfuerzos explosivos o cambios de ritmo.
A temperaturas bajas, la velocidad de conducción nerviosa disminuye, los músculos se vuelven más rígidos y el control motor se ve limitado. Por eso, movimientos que en condiciones templadas son naturales —como esprintar o cambiar de plato con precisión— se vuelven torpes y costosos energéticamente.
Para contrarrestar este efecto, se recomienda:
- Prolongar el calentamiento a unos 15 minutos progresivos antes de pedir intensidad.
- Utilizar capas técnicas que mantengan el cuerpo seco, ya que la humedad interna favorece la pérdida de calor.
- Cubrir extremidades (guantes, punteras, gorro fino) para evitar la pérdida térmica.
Entrenar a bajas temperaturas tiene, no obstante, una ventaja: el gasto energético destinado a la termorregulación es menor que en el calor, lo que permite acumular volúmenes prolongados de trabajo aeróbico con menor estrés cardiovascular si se protege bien del frío.
Primer umbral de calor: 22–24 °C con humedad
A partir de los 22–24 °C se produce el primer cambio fisiológico significativo. El sudor comienza a perder eficacia como mecanismo de disipación térmica, sobre todo si la humedad relativa es alta. Para compensarlo, el cuerpo redirige parte del flujo sanguíneo hacia la piel con el fin de facilitar la pérdida de calor por evaporación.
El problema es que esa misma sangre se resta de los músculos activos. Así, la frecuencia cardíaca se eleva incluso manteniendo la misma potencia. Este fenómeno, conocido como deriva cardíaca, es un indicativo claro de estrés térmico.
Durante entrenamientos en este rango térmico se observa:
- Aumento de unas 5–10 pulsaciones por minuto a igual intensidad.
- Sensación subjetiva de mayor esfuerzo.
- Reducción ligera de la potencia promedio.
Estrategias recomendadas:
- Hidratación regular y anticipada con agua fresca.
- Aporte de sales minerales o electrolitos para evitar crampas y pérdida de sodio.
- Evitar los entrenamientos de alta intensidad en las horas más calurosas del día.
El rendimiento comienza a fluctuar, especialmente en sesiones largas. Si se controla el nivel térmico con ayudas externas (como chalecos refrigerantes o ventiladores en rodillo), se pueden mantener entrenamientos de calidad sin penalizar la producción de energía.
Segundo umbral de calor: más de 28 °C

Cuando la temperatura ambiente supera los 28–30 °C, el cuerpo entra en una zona crítica. La termorregulación interna se intensifica, la concentración de glucógeno muscular disminuye con mayor rapidez, y el sistema nervioso central comienza a presentar signos de fatiga temprana.
El aumento de la temperatura corporal central por encima de los 38,5–39 °C produce una disminución de la eficiencia muscular, un incremento de la percepción del esfuerzo y un descenso del VO₂ máx estimado hasta en un 16 % según estudios experimentales.
En este escenario, entrenamientos de intensidad alta —como las series de VO₂máx o intervalos anaeróbicos— se vuelven extremadamente difíciles de sostener. No es debilidad, sino un mecanismo fisiológico de protección.
Recomendaciones prácticas para el segundo umbral térmico:
- Reducir la intensidad y aumentar las pausas entre series.
- Aplicar estrategias de enfriamiento: hielo antes de salir, chalecos fríos o agua sobre la cabeza durante la sesión.
- Priorizar entrenamientos aeróbicos estables en lugar de esfuerzos máximos.
- Cuando sea posible, trasladar las sesiones exigentes al rodillo indoor o a horarios frescos (mañana o tarde).
Umbrales térmicos y rendimiento fisiológico
El estudio del efecto de la temperatura sobre el rendimiento muestra que los cambios térmicos afectan varios niveles fisiológicos:
- Cardiovascular: aumento del ritmo cardíaco por redistribución del flujo sanguíneo.
- Metabólico: mayor dependencia de hidratos de carbono frente a grasas.
- Neuromuscular: reducción de la fuerza y coordinación con el frío extremo.
- Cognitivo: mayor percepción de esfuerzo y menor concentración con calor.
Según la Federación Española de Ciclismo, incluso la temperatura ambiental puede alterar indirectamente la frecuencia cardíaca durante los tests de rendimiento como el FTP (Functional Threshold Power), lo que hace necesario ajustar los protocolos según la estación.(RFEC)
El entrenamiento en calor como herramienta de mejora
Lejos de ser un enemigo, el calor controlado puede convertirse en un aliado para aumentar la resistencia. El denominado heat training consiste en exponer al cuerpo a altas temperaturas de forma planificada para provocar adaptaciones fisiológicas que mejoran la eficiencia térmica, la capacidad cardiovascular y la gestión del esfuerzo.
Durante un bloque de entrenamiento térmico, el cuerpo experimenta:
- Aumento del volumen plasmático, lo que mejora la capacidad del sistema circulatorio.
- Inicio más temprano del sudor y mayor eficiencia en la evaporación.
- Disminución de la frecuencia cardíaca para un mismo esfuerzo.
- Mejor conservación del sodio y el agua gracias al ajuste hormonal.
Estas adaptaciones pueden alcanzarse en 10–12 sesiones distribuidas en 2–6 semanas, con ejercicios de 45 a 60 minutos. El efecto positivo puede mantenerse con dos sesiones semanales de mantenimiento.
Una estrategia simple es realizar sesiones de rodillo con calefacción o varias capas de ropa, o terminar los entrenamientos con una sesión de sauna o baño de vapor. Estas prácticas elevan la temperatura corporal sin comprometer la mecánica del pedal y permiten una aclimatación segura.
Zona térmica de entrenamiento según el sensor CORE
La tecnología también ha revolucionado el control térmico. El sensor CORE, utilizado por equipos del World Tour, permite medir en tiempo real la temperatura corporal central y definir zonas térmicas de entrenamiento similares a las zonas de potencia o frecuencia cardíaca.
Según la clasificación de CORE:
- Zona 1 – Sin estrés térmico (<39 °C): rendimiento óptimo y estabilidad fisiológica.
- Zona 2 – Estrés moderado (39–39.5 °C): ligera fatiga, adecuado para sesiones de adaptación.
- Zona 3 – Alto estrés (39.5–40 °C): rendimiento descendente, riesgo de sobrecarga.
- Zona 4 – Estrés extremo (>40 °C): riesgo de golpe de calor; debe evitarse prolongar el ejercicio.
El monitoreo térmico se ha convertido en un parámetro clave para ajustar la carga diaria y prever momentos de fatiga acumulada.
Adaptaciones al calor y rendimiento competitivo
Entrenar dentro de los umbrales térmicos adecuados no solo mejora la tolerancia a las altas temperaturas, sino que también potencia el rendimiento en climas templados y fríos. Las investigaciones han demostrado incrementos de hasta un 8 % en rendimiento contrarreloj y un 2,5 % en masa de hemoglobina tras un ciclo estructurado de entrenamiento en calor.
Estas mejoras provienen de:
- Una sangre más fluida y con mayor capacidad de transporte de oxígeno.
- Una reducción en la temperatura corporal durante esfuerzos intensos.
- Mayor capacidad de disipar calor mediante una sudoración más precoz.
Además, el componente mental no debe subestimarse: los ciclistas aclimatados al calor desarrollan una mayor resiliencia psicológica frente a condiciones adversas, aumentando la confianza en situaciones competitivas extremas.
Estrategias prácticas para entrenar según los umbrales térmicos
Días fríos (bajo umbral de 10 °C)
- Calienta más tiempo y evita comenzar sesiones exigentes con el cuerpo frío.
- Usa ropa térmica por capas que mantenga el torso seco.
- Aprovecha estos días para sesiones de umbrales o fondo aeróbico donde la temperatura ambiente no interfiere en exceso.
Días temperados (22–24 °C)
- Enfoca los entrenamientos de intensidad moderada a alta, ajustando la hidratación.
- Realiza series de tempo o sweet spot temprano en el día.
- Vigila la deriva cardíaca: si el pulso sube demasiado con la misma potencia, reduce esfuerzos.
Días calurosos (+28 °C)
- Prioriza la gestión del esfuerzo y la cadencia sobre la potencia.
- Hidrátate de forma continua, con bebidas frías y electrolitos.
- Evita los entrenamientos máximos; enfócate en la resistencia básica o aclimatación térmica.

Prevención: golpe de calor y deshidratación
El límite más peligroso de superar los umbrales térmicos es el golpe de calor, una condición potencialmente mortal si no se actúa a tiempo. Este ocurre cuando la temperatura corporal interna supera los 40 °C, acompañada de síntomas como confusión, mareos, piel seca o calambres musculares.
Según un artículo la planificación del entrenamiento, la elección del equipamiento técnico y la correcta hidratación son claves para prevenirlo. En caso de síntomas, se recomienda detener cualquier actividad, buscar sombra, hidratarse y enfriar el cuerpo de inmediato con agua o hielo.
Integrar los umbrales térmicos en la planificación
La planificación anual de un ciclista moderno debe incluir los parámetros térmicos como parte de la periodización natural de su rendimiento. Igual que se planifican bloques de fuerza, resistencia o altitud, los meses fríos y calurosos deben aprovecharse para estimular adaptaciones específicas:
- Invierno: se fortalece la base aeróbica, la tolerancia al frío y la mentalidad de constancia.
- Primavera: se consolidan las intensidades de umbral fisiológico (FTP, VT2).
- Verano: se focaliza en la aclimatación térmica y la sostenibilidad bajo calor extremo.
- Otoño: fase de mantenimiento, recuperación activa y evaluación de eficiencia termorreguladora.
Un enfoque así no solo optimiza el rendimiento físico, sino también el confort psicológico del ciclista, que aprende a dominar cualquier condición de temperatura sin que esta condicione su estrategia.
Beneficios a largo plazo de entrenar con control térmico
La evidencia científica y práctica demuestra que integrar el control de los umbrales térmicos en ciclismo mejora significativamente parámetros como la velocidad sostenida, la recuperación y la percepción del esfuerzo. Algunos beneficios documentados incluyen:
- Menor fatiga a igual carga cardiovascular.
- Mayor eficiencia metabólica.
- Incremento del VO₂ máx utilizable en calor.
- Disminución de riesgo de lesiones y golpes de calor.
- Mayor consistencia en la temporada completa.
Los equipos profesionales, como INEOS Grenadiers, aplican rutinas específicas de aclimatación antes de grandes vueltas para garantizar que sus ciclistas mantengan el máximo rendimiento incluso en etapas de 35–40 °C.

Preguntas sobre umbrales térmicos en ciclismo
¿Cuál es la temperatura ideal para entrenar en bici?
El rendimiento óptimo suele alcanzarse entre 10 °C y 20 °C, rango que equilibra la eficiencia muscular y la disipación térmica.
¿Cómo medir mi temperatura corporal durante el entrenamiento?
Con sensores portátiles como CORE, compatibles con dispositivos Garmin, Wahoo o Suunto, que miden la temperatura central y muestran zonas de estrés térmico.
¿Sirve el entrenamiento en calor si compito en climas fríos?
Sí. Mejora el volumen plasmático y la capacidad cardiovascular general, beneficios que se traducen también en mejor rendimiento bajo frío moderado.
¿Cuánto tiempo dura la adaptación al calor?
Entre 10 y 12 sesiones intensivas bastan para obtener adaptaciones notables, aunque los efectos se mantienen con dos sesiones semanales de mantenimiento.
¿Debo hidratarme más en verano?
En condiciones cálidas, un ciclista puede perder entre 0,8 y 1,2 L de sudor por hora. Se recomienda reponer con bebidas isotónicas que incluyan sodio y potasio para preservar el equilibrio electrolítico.
Dominar los umbrales
Dominar los umbrales térmicos en ciclismo es reconocer que el entorno forma parte del entrenamiento. El frío, el calor y la humedad actúan como estímulos que condicionan el metabolismo, el corazón y la mente del deportista. Integrar este conocimiento en la planificación anual permite no solo mejorar la eficiencia y la potencia, sino también prevenir riesgos y disfrutar más cada pedalada.
Así como un ciclista mide sus zonas de potencia o frecuencia cardíaca, debe aprender a gestionar sus zonas térmicas. Solo así transformará la temperatura en un aliado estratégico y no en un obstáculo invisible en la carretera.
Entrenar con conciencia térmica es entrenar con inteligencia.
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