Wout van Aert habla de una gran crisis en el ciclismo actual
El ciclismo profesional atraviesa una etapa de esplendor deportivo, pero también un momento de enorme fragilidad estructural. Así lo ha advertido una de sus voces más influyentes: Wout van Aert, quien recientemente ha hablado sin tapujos de lo que él llama “una gran crisis en el ciclismo actual”. En una entrevista concedida al medio belga De Tijd, el belga del equipo Visma | Lease a Bike ha encendido las alarmas sobre un sistema económico que, según sus palabras, “está al borde del colapso”.

El diagnóstico de Van Aert: un modelo económico frágil
Van Aert comenzó señalando un problema que los aficionados pocas veces perciben: la dependencia casi total de los equipos del patrocinio privado. A diferencia de otros deportes que generan ingresos directos por taquilla, derechos de televisión o merchandising centralizado, el ciclismo vive de los contratos publicitarios, lo que hace que cualquier crisis financiera o cambio de estrategia empresarial pueda dejar a todo un equipo sin sustento.
“Estamos al borde del colapso y nadie quiere verlo”, afirmó Van Aert, visiblemente frustrado con el sistema que ha regido la élite ciclista durante décadas.
El belga relató cómo la reciente fusión entre Intermarché y Lotto ha generado un efecto dominó de incertidumbre y desempleo dentro del pelotón: técnicos sin equipo, contratos cancelados y corredores forzados a aceptar rebajas salariales. “Este invierno es verdaderamente un campo de batalla de gente perdiendo su trabajo”, señaló, evidenciando que la estabilidad laboral de los ciclistas depende de decisiones que nada tienen que ver con el rendimiento deportivo.

“Sin nosotros no hay Tour de Francia”: crítica al reparto desigual de ingresos
Uno de los puntos más polémicos de su análisis fue su queja sobre el reparto injusto de los ingresos entre organizadores, patrocinadores y equipos. El corredor subrayó que las grandes pruebas como el Tour de Francia o el Tour de Flandes registran beneficios millonarios gracias a los derechos televisivos y la venta de espacios VIP, pero que los equipos —quienes asumen los mayores riesgos deportivos y económicos— apenas reciben una fracción ínfima de esos ingresos.
“Sin los corredores y los equipos no existirían esas carreras, pero ni siquiera recibimos suficiente dinero para cubrir los gastos de participar. Lo mínimo sería una distribución más justa”, declaró Van Aert, enviando un claro mensaje a organizadores como ASO (Amaury Sport Organisation), la empresa que controla gran parte del calendario profesional europeo.
¿Entrada a los eventos ciclistas? Un debate abierto
Van Aert abordó también un tema históricamente tabú: la posibilidad de cobrar entradas simbólicas a los aficionados que acuden a ver las carreras en puntos emblemáticos. Mientras muchos defienden el acceso libre como un rasgo esencial del ciclismo, el belga considera que un sistema de cobro moderado podría ser una solución razonable para generar recursos propios sin comprometer la accesibilidad del deporte.
“Cobrar 5 euros no convierte al ciclismo en un deporte elitista. En el ciclocross ya se paga entrada, y no hay nada más popular que eso”, dijo. Su planteamiento, lejos de ser impopular, ha encontrado eco entre veteranos como Filippo Pozzato o Jérôme Pineau, quienes llevan meses abogando por una modernización de los modelos de financiación.
La idea, no obstante, genera resistencia cultural. El ciclismo nació como un espectáculo gratuito en la carretera, un símbolo de proximidad entre atletas y público. Pero Van Aert sostiene que ese romanticismo “no puede seguir impidiendo la sostenibilidad de los equipos”.(Laurea News)
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Equipos al límite: fusiones, patrocinadores huidizos y desigualdad
La advertencia de Van Aert llega en un contexto en el que múltiples equipos viven situaciones críticas. El caso del equipo Lotto, que lucha por mantenerse tras la retirada de su principal patrocinador Dstny, y la venta parcial de Lidl-Trek a capital extranjero, son ejemplos preocupantes. Incluso formaciones exitosas como Alpecin-Deceuninck, con estrellas como Mathieu van der Poel, han reconocido su dificultad para encontrar nuevos patrocinadores a largo plazo pese a sus grandes resultados.
En este entorno, el ciclista belga considera que la concentración de poder en unos pocos equipos ricos —como Visma, UAE o Ineos— amenaza la diversidad y la competitividad del pelotón. A su juicio, la capacidad de estos gigantes para acaparar talento y contratos está “sofocando el desarrollo de una competencia sana”.

La dimensión humana detrás de la crisis
Más allá de las cifras, Van Aert enfatizó la carga emocional y mental que acarrea vivir bajo esta precariedad. Con dos hijos y 31 años, confiesa que cada lesión o caída lo hace reflexionar sobre el precio real de continuar compitiendo. Después de su accidente en la Vuelta a España 2024, donde se destrozó la rodilla, el belga reconoció haber sentido miedo al pensar en otra rehabilitación infinita.
“Cada vez que miraba mi rodilla me recordaba lo que pasó. No es orgullo, es un recordatorio constante”, dijo en declaraciones a The Athletic.
Aun así, su espíritu de lucha prevalece: “He estado persiguiendo Flandes y Roubaix toda mi carrera, y seguiré haciéndolo. Si gano alguna de esas carreras, habrá valido la pena”.
Un deporte atrapado entre tradición y modernidad
El discurso de Wout van Aert no es solo una crítica; es también una invitación a repensar el ciclismo. Su visión combina respeto por la historia con un llamado a la innovación. Según él, el ciclismo necesita reinventarse para sobrevivir en una era de deportes globales y consumo digital.
“El romanticismo del deporte gratuito y puro es hermoso, pero no puede ser excusa para vivir al borde del abismo”, resumió el corredor. Es un dilema que recuerda al de otras disciplinas que han encontrado equilibrio entre tradición e ingresos, como el fútbol o el rugby profesional.
El ejemplo del ciclocross: un modelo sostenible
Paradójicamente, el propio Van Aert encuentra esperanza en su disciplina original: el ciclocross belga. Este formato, que sí cobra entradas y genera beneficios por retransmisión, ha demostrado que es posible crear un modelo rentable sin perder autenticidad. Cada invierno, miles de aficionados pagan por ver a figuras como él o Mathieu van der Poel batirse en un duelo épico entre el barro y el frío.
De hecho, el belga ya confirmó su regreso parcial al ciclocross para la temporada 2025-26, aunque con menor intensidad, al priorizar su preparación para las clásicas de primavera.(CyclingNews)
Esta decisión, según sus declaraciones, le permite “encontrar un equilibrio mental y físico después de años de presión constante”.

La crisis es también mental: la presión del éxito
Van Aert no ha sido el único en hablar de la carga emocional que afrontan los ciclistas. El propio Miguel Induráin advirtió recientemente que muchos profesionales sufren agotamiento psicológico por la presión mediática y las expectativas inhumanas.
El belga reconoce sentirse parte de esa generación que lo da todo por la excelencia, pero que paga un alto coste mental.
“Antes salía convencido de que podía ganar. Ahora, después de tantas caídas y contratiempos, las dudas llegan antes que la línea de meta”, confesó en declaraciones recogidas por medios como Brujula Bike y El Sello Ciclista.
Hacia 2026: reconstrucción y propósito
Con la vista puesta en 2026, Wout van Aert encara una nueva etapa de su carrera con una motivación renovada. Reconoce que el recorrido del Tour de Francia 2026 no le favorece , pero confía en que su experiencia y versatilidad le permitirá seguir siendo protagonista. “Mi objetivo es volver a estar al cien por cien el año que viene, y cuando lo consiga, podré demostrar algo en cualquier terreno”, afirmó a VTM Nieuws .
Lo que parece claro es que Van Aert no solo lucha por victorias personales. Su discurso lo coloca como un portavoz del pelotón moderno: un ciclista consciente, crítico y dispuesto a cuestionar las bases de su propio deporte.
Conclusión: Wout van Aert y la gran lección de una crisis necesaria
Wout van Aert habla de una gran crisis en el ciclismo actual , pero lo hace desde un lugar de amor y compromiso por este deporte. Sabe que sus palabras pueden incomodar, pero también que sin una reforma estructural —más repartición de ingresos, diversificación económica y un mayor foco en la salud mental— el ciclismo corre el riesgo de derrumbarse bajo su propio peso.
La belga ha convertido su fragilidad en un altavoz para todo el pelotón, recordando que detrás de cada maillot hay una persona, una familia y un esfuerzo colectivo que merece estabilidad. Como él mismo resumió:
"Necesitamos una base mucho más sólida. No podemos quedarnos atrapados en la idea romántica del ciclismo eterno y gratuito".
Su mensaje resuena más allá del asfalto y del podio: reivindica un futuro donde cada pedalazo, cada caída y cada triunfo tengan el valor justo .
Y tal vez, cuando el ciclismo encuentre ese equilibrio, nombres como Wout van Aert serán recordados no solo por sus victorias, sino por haber ayudado a salvar el deporte que aman.
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